Hay quien dice que negarse a ver la verdad, puede hacer tanto daño como la mayor de las mentiras. La actitud y conducta de quienes hoy están de turno en Fortaleza y son mayoría en el Capitolio, ejemplifica la certeza de este refrán. También las acciones del actual candidato a la gobernación por el PPD son vivo ejemplo de esto. Se resisten a aceptar el colapso por todos los frentes del embeleco jurídico del Estado Libre Asociado.

 

El anacronismo político y económico del ELA, creado en la década del 50 del siglo pasado como respuesta oficial de los Estados Unidos en aquel entonces al movimiento mundial de descolonización, va jalda abajo y resulta ser la raíz de la profunda crisis en la que está sumido Puerto Rico. Claro que la incompetencia, corrupción, politiquería, irresponsabilidad de los pasados 50 años de gobiernos populares y penepés han abonado a la crisis, pero la principal causa es el desplome de los cimientos mismos del régimen colonial.

 

Resulta trágico ver como los que promovieron y los que se creyeron la gran farsa del Estados Libre Asociado responden atrincherándose en la negación del problema de subordinación e inferioridad política que nos impide hacer frente al desgaste económico y social del modelo de desarrollo colonial. La tragedia consiste en ver a los líderes de antes, ahora y siempre del PPD elevar a rango de principio su disposición al sometimiento y a recibir con júbilo todo tipo de vejámenes y humillaciones de parte de las ramas de gobierno de los EE.UU. Hacen el aguaje y vociferan con las muelas de atrás palabras de indignación, pero en el fondo se obstinan enfermizamente en su negación de aceptar que el ELA colonial llegó a su fin. No importa la retórica del cambio que acuñen, no importan las acciones u omisiones encaminadas a que nada se mueva con respecto al estatus, o a la entonación de algún canto de sirena para dar la falsa idea de que quieren tratar el tema, la realidad es que la rueda de la descolonización echó a correr y no hay quien la detenga.

 

Pero la negación a ver la verdad no es algo privativo del liderato del Partido Popular. Cada día son más claras y contundentes las manifestaciones de los círculos de poder norteamericanos, ahora con más y poderosas razones, en rechazo a la estadidad. ¿Quién en su sano juicio podría plantear la posibilidad de que Estados Unidos anexe como estado de la unión a una colonia en quiebra, con una deuda pública astronómica? Son muchos los hermanos y hermanas estadistas que creen ilusamente que la estadidad es posible porque quienes están a la cabeza de ese movimiento le han escondido la verdad: la estadidad será posible el día en que las gallinas en Puerto Rico en lugar de cacarear, canten The Star-Spangled Banner. La estadidad es algo irreal y el liderato estadista sabe, que cuanto más creen acercarse, más se alejan. Han vivido allá el rechazo del Congreso a tan siquiera considerar la posibilidad de aprobar alguna acción legislativa que ni de lejos se interprete como un compromiso a ofrecer la anexión como alternativa.

Los 27 estados, que verían sus poderes menguarse aún más, se opondrían a que Puerto Rico se convierta en estado. Con toda la discusión de la crisis fiscal ha quedado de manifiesto que Puerto Rico en todo caso estaría destinado a ser una pajuela pobre de la economía de Estados Unidos, un estado mendigo que tendrá que ser mantenido por los contribuyentes norteamericanos, quienes ya recienten el dinero que destinan al país por entender que sale de sus bolsillos. Si el gobierno norteamericano no está dispuesto a dar un solo centavo adicional ahora, ¿Quién puede creer que Estados Unidos estaría dispuesto a considerar una alternativa que significaría una mayor erogación de fondos para el Tesoro norteamericano? Sería el estado que más recibiría y el que menos aportaría.

 

A esto se suma, la presión que tiene el gobierno norteamericano con la comunidad internacional, particularmente de América Latina, cuyos Gobiernos —de izquierda a derecha— han expresado reiteradamente su apoyo y exigencia al derecho de Puerto Rico a su libre determinación e independencia. La más reciente expresión se dio este fin de semana pasado en la República Dominicana cuando la Conferencia Permanente de Partidos Políticos de América Latina (COPPPAL) aprobó una resolución en la que demanda que el presidente y el Congreso de EE.UU. descarguen su obligación de descolonizar y permitir que Puerto Rico ejerza su derecho a la libre determinación e independencia. Porque han visto los peligros que acarrea y lo que ha sucedido en otras partes del mundo, los Estados Unidos jamás estarían dispuestos a considerar el tragarse a una nacionalidad como la puertorriqueña, con su propia historia e idioma, afincada en la cultura hispánica y latinoamericana. Y, por último, la existencia de un movimiento independentista históricamente constituido, que ha dejado claro que, en caso de que cometan la locura de asimilar a Puerto Rico, jamás renunciará a luchar por la independencia y reclamaría el derecho a la secesión.

La verdad con respecto a la estadidad es, como tanta veces ha expresado Rubén Berríos, que es un fantasma político. Solo le ha servido al liderato del PNP como carnada para atraer y mantener a buenos puertorriqueños y puertorriqueñas en sus filas a fuerza de miedo e impotencia; semilla abundantemente sembrada por el liderato del PPD y que tan beneficiosamente han cosechado los líderes estadistas.

 

Hoy, más que nunca, colapsado el ELA, rechazado el colonialismo y evidenciada clara y contundentemente el mito de la posibilidad de la anexión, es necesario mantenerse firme, sin desviaciones. Es momento para fortalecer el independentismo e impulsar la definición final que conduce a nuestra liberación. Para aquellos que usamos el método cívico electoral para adelantar nuestra causa, la ruta está trazada: apoyar a la única candidata a la gobernación, María de Lourdes Santiago, y al único instrumento que en las elecciones generales denuncia el colonialismo y exige y propone un proceso descolonizador que nos encamine hacia nuestra soberanía nacional.

 

El tiempo nos ha dado la razón. La independencia es la única solución para hacer frente a la crisis social, económica y política por la que atraviesa el país. Se trata ahora de arreciar la lucha en todos los frentes, para que de la suprema definición de la que nos habló don Pedro surja un Puerto Rico libre, lleno de esperanza y oportunidades para esta generación y las que están por venir. Sobre la independencia y las propuestas de María de Lourdes hablaremos en los próximos blogs.